Del 14 de febrero al 20 de mayo de 2012 está teniendo lugar en Madrid la primera exposición retrospectiva de Marc Chagall con un total de 243 obras, repartidas entre el Museo Thyssen Bornemisza, y las salas de exposición de la Fundación Caja Madrid.
El Museo Thyssen Bornemisza expone el conjunto de 111 obras de primera época del artista, obra comprendida entre 1909 y 1947, conjunto que titula “El camino de la poesía” y en la Fundación Caja Madrid tenemos “ El gran juego del color” con 132 obras, del período que va de 1948, fecha de regreso del artista de Estados Unidos, hasta su fallecimiento en Saint Paul de Vence en 1985.
Aunque a Chagall la habíamos visto en Madrid en la Fundación March, supone esta exposición un verdadero acontecimiento tanto por la cantidad como por la calidad de obra presentada.
En la primera parte vemos el período de búsqueda y hallazgo de su camino con obras extraordinariamente poderosas y lo dejamos en su plenitud; en la segunda, sin llegar a agotarlo, una muestra varia, plural, que permite ver una variedad de las técnicas y medios que manejó el artista: pintura, escultura, dibujo, grabado, cerámica, vidriera…
Fernand Léger y Robert Delaunay consideran que Chagall es un “pintor literario”, que cuenta historias, su historia propia, la tragedia, la diáspora que lleva a cuestas como judío, a partir de elementos reiterados, fácilmente encontrables, que nos remitirían a pocos temas reiterados, que se corresponderían con episodios de su propia vida, muy especialmente de su vida de infancia y de rituales judaicos que se desgranan en su autobiografía “ sus memorias”, que aparecen publicadas en yidish en 1924( Dedicado a Rembrandt, a Cézanne, a su madre y a su esposa) y traducidas al francés por su esposa Bella Rosenfeld en 1931: “Ma vie”.
Hemos de reconocer que su obra está impregnada de sus vivencias y recuerdos de su Vitebsk de origen, de su vida familiar; porque la obra de Chagall, ciudadano universal, es él mismo en cada una de sus obras, una y mil veces, por todas partes, poética e irreal, “¡sobrenatura1!”, como la calificó Apollinaire.
Chagall estructura cuidadosamente sus obras, no es una protesta vana para no desdecirse de las pretensiones cubistas contemporáneas, antes bien nos recuerda el cuadrillaje cuidadoso renacentista o el aspa barroca, comprendido quizás de modo inconsciente, lo que él define como “ que compone la superficie de sus cuadros con cosas, que le obligan a llenar espacios”, una aparente ingenuidad cuando de una cabeza cortada se trata( pero nada más lejos del primitivismo ingenuo): “A Rusia, aux ânes( uns) et aux autres “ de 1911.
Lo cierto es que espacio y tiempo se interpenetran y sus símbolos se dirigen a lo más profundo y común de la sensibilidad de los humanos, porque son eternos, como su problemática.
La obra de Chagall llega a todos los públicos y cautiva su inmensa fantasía; pero en nada es ingenua ni primaria, sino complejísima y extraordinariamente cuidada en su complejidad, que desborda infinitamente la capacidad comprensiva simple.
Sus colores suelen ser los tres fundamentales: amarillo, azul, rojo en violenta proximidad, lo que confiere de entrada una fuerza poderosa a sus obras y ha garantizado al artista el éxito temprano y duradero y una independencia, que le hace a fuer de singular, único y universal. Predomina, no obstante el azul en su obra, azul de múltiples matices: de ultramar o de cobalto, azul índigo, azul Chagall.
Chagall ha conocido a Matisse y tiene un trasfondo matissiano profundo, quizás desde las clases de Leo Bakst por los años 9-10 del siglo XX, quien le permite colaborar en los decorados de los ballets de Diaghilev.
Y porque cautiva y convence y por la certeza que él tiene de su misión sacral creativa, consigue ya ir París en 1911 y se hace inmediatamente un hueco entre los pintores que bullen de promesas. Y consigue exponer en 1912 en el Salón de los Independientes: “Dedicado a mi prometida”, obra que sorprende poderosamente por su “bestialismo”;
(en cuyo título parece que interviene el poeta Blaise Cendrars, coetáneo y amigo de Chagall), obra que se deja conectar con las aportaciones cubistas y expresionistas y que le abre la puerta a las relaciones con los artistas punteros en sus propuestas estéticas y despierta igualmente el interés de los coleccionistas. Para 1914 sus obras se exponen ya en Ámsterdam y Berlín.
En estos años Chagall se ha empapado de arte occidental en el Louvre: Rembrandt, Delacroix, Courbet, Manet…, por la noche pinta en la Ruche, “el bateau lavoir “, donde convive con Modigliani, Archipenko y Soutine o Picasso entre otros y sus obras se impregnan de lo mejor de su entorno, sin contaminarse.
Es entonces cuando Chagall aporta con su poderosa fantasía personajes- símbolo como “El violinista” (1912-13), a quien se asocia en sus memorias la figura de su tío, que toca el violín; pero que aquí, se agiganta sobre los tejados en un juego formal en el que rigurosas mediciones lógicas se contraponen a rupturas fantásticas de razón y de perspectiva, juego piramidal, que en cada forma aparente se abre en multiplicidad de sugerencias formales y simbólicas, que tuvieron que maravillar a los cubistas. Y en las obras afloran a la vez las raíces rusas de las que participan en plena actividad vital Kandinsky, Larionov o Goncharova, recurriendo a los iconos de la tradición rusa.
Su viaje a Vitebsk para casarse con Bella y volver a París coincidirá con la primera guerra mundial en 1914 y le detendrá ocho años en Rusia, donde, en pleno trabajo creativo e institucional (crea el Museo y la Escuela de Arte de Vitebsk en 1919), comienza a escribir sus memorias; se casará con Bella en 1915 y nacerá su hija Ida en 1916. Malevitch trabaja con él y plantea el negro y el blanco como color, de los que Chagall se sirve a su manera.
Pero de allí saldrá en 1922 con ánimo de no volver. En Berlín (en pleno furor expresionista), es recibido como verdadero ídolo. “El vendedor de ganado” en París en 1923 es reminiscencia nueva, en apariencia alegre y prometedora de la obra originaria, de su pueblo natal.
En l os años 20 el galerista Pierre Matisse le organiza una retrospectiva con 122 obras también de Henri Matisse y de Picasso, la galería Bernheim parisina le ofrece momentáneamente una cierta estabilidad económica, Chagall viaja a la Costa Azul con los Delaunay y tendrá encargos de Ambroise Vollard para ilustrar “Almas Muertas” de Gogol”, “Las Fábulas” de Lafontaine” (que pueden verse en la Fundación Thyssen) y que, muerto Vollard en 1939, publicará Tériade en los años 50.
En los años 30 es invitado a Palestina, produce 57 litografías para ilustrar la Biblia, tendrá una retrospectiva en Basilea de 172 obras y vendrá a España, interesado especialmente por El Greco y Velázquez y por “el pasado místico judío .
En 1937 obtiene la nacionalidad francesa; pero en Alemania es ahora considerado como “artista degenerado” por el nuevo régimen, lo que le hace temer incluso en Francia y provocará su exilio a Estados Unidos en 1941, donde será protegido por Pierre Matisse. Chagall continuará trabajando sus temas tradicionales: “La Virgen de la aldea”, compleja composición, que comprará el barón Thyssen en 1965, colmada de grafismos, de la que se desprende un poderoso deseo promisorio, en que tierra y cielo se unen por los símbolos ( vaca, violín , ángel, maternidad o el pájaro de los “lubbock), así en “Guante negro” o “Entre perro y lobo” , poderosísimo éste de mano, signos y color, obra de gran madurez, en que los negros juegan en línea y masa.
En los años 40 en Estados Unidos muere Bella y Chagall encontrará una nueva pareja en Virginia Mc Neil, que le dará un hijo, David; el MOMA le organiza una retrospectiva y en 1947 el Museo de Arte Moderno de París se abre con otra Retrospectiva de Chagall. Es el regreso del artista a Europa, a su patria de adopción, Francia, con la galería Maeght con la que expondrá periódicamente.
El primer premio de la Bienal de Venecia en 1948 reafirma su consagración. Se separa de Virginia y conoce a su última compañera Valentina Bodsky (Vava) con la que viaja a Grecia y prepara los decorados de Dafnis y Cloe.
En los años 50 trabaja y expone cerámica y vidriera sin dejar de pintar: “El circo azul”, “La danza” o “Mundo rojo y negro” sin merma alguna de fuerza tanto en el color, como en la cuidada estructura o en la multiplicidad de propuestas formales, también a múltiples niveles respecto de las etapas anteriores. Es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Glasgow.
En los 60 recibe con Kokoschka el premio Erasmus de Europa y Malraux le encarga la decoración de la Ópera de París. Continúa pintando infatigable: “La guerra”, en la que cambia la coloración, no la estructura y en la que el anciano del saco de sus primeros años es figura central, cruce de líneas siguiendo el carro hacia el exilio. Se edita el libro “El circo” con sus ilustraciones; en El Grand Palais de París se monta una retrospectiva con 474 de sus obras y de esta fecha es “Florero delante de la ventana”, más próximo a Matisse si cabe, desde sus propia figuración floral.
Los últimos años son una sucesión de éxitos: En 1973 es invitado a Rusia y expone en la galería Tretiakov. Se inagura en esta fecha el Museo Chagall en Niza ; en 1977 diseña las vidrieras para el Art Institut of Chicago y este mismo año recibe la gran cruz de la Legión de Honor francesa y el Centro Pompidou organiza la exposición de sus 90 cumpleaños en el Louvre.
Todavía en 1981 comparte con Tapies el Premio Wolf de Ciencia y Arte en beneficio de la Humanidad y finalmente en 1984 es la galería Maeght quien le organiza una gran retrospectiva.
Será el 28 de marzo de 1985 en Saint Paul de Vence cuando Chagall fallece; pero su obra queda plenamente viva, estímulo de independencia y creatividad, para abrir nuevos caminos en el presente y en el futuro, medida inequívoca del verdadero creador.
FOTOGRAFÍA
1. Desnudo delante de la Casa. 1911 (gouache).33,5 x 24 cm.
2. El Violinista 1912-13. Óleo, 188 x 158 cms.
3. El Buey Desollado.19225-35. Óleo y gouache 64 x 48,5 cms.
4. El Circo Azul. 1950-52. Óleo. 232, 5 x 175,8 cms.
5. Reloj Con Ala Azul 1949. 92 x 79 cms.
6. Amantes Abrazados. Bandeja cerámica. 1951 41,5 x 31,5 cms.
7. Florero Delante de la Ventana. Óleo 120 x 149 cms.