Jardines impresionistas

Jardines impresionistas

Paul-Cezanne-The-pond-of-the-Jas-de-BouffanCon el título JARDINES IMPRESIONISTAS se presenta en Madrid una doble exposición, que se reparte  entre las salas del Museo Thyssen Bornemisza  y la de la Fundación Caja Madrid, en una colaboración que va siendo habitual y en la que en esta ocasión participa la National Gallery of Scotland de Edimburgo, donde tuvo lugar la misma exposición; pero de menor tamaño el verano pasado. Consta de ciento treinta obras procedentes de diversas colecciones y museos del mundo y estará abierta, según previsión,  del 16 de Noviembre de 2010  al 13 de Febrero de 2011.

Es una exposición de amplísima propuesta, que no se ciñe meramente a la impresionista; sino que la  precede y la continúa, si bien se centra en la afición y el interés que se intensifica en el siglo XIX por parte de los artistas hacia la naturaleza y concretamente aquélla que les es próxima y que pueden ellos mismos manejar y estructurar ( recordemos a Claude Monet y sus jardines de Giverny, a cuyo diseño y confección práctica dedicó tiempo y esfuerzo y que revirtieron en su obra pictórica hasta convertirse en parte primordial de sus exploraciones y experimentaciones estéticas de sus últimos años. En su articulación, la exposición contrapone  lo urbano a lo rústico; la ciudad al campo; lo público a lo privado y el jardín de ocio frente a la huerta o jardín productivo.

El jardín, que constituye  asunto de interés para los  pintores del XIX tiene  raíces hondas en el  tiempo y el espacio, raíces filosóficas y científicas al incorporarse  las plantas cultivadas ya en el Renacimiento temprano, en que se amplia el catálogo de especies y se sistematiza su ordenación,  al ojo interesado de los pintores. Está muy en relación con el redescubrimiento de la naturaleza; pero tardará tiempo en convertirse en género independiente y desarrollarse con profusión en ese cruce del “universal histórico y el universal estético” de que nos habla Arthur Danto en su obra “Después del Fin del Arte” (2001).

Es el siglo de las luces el siglo de la racionalidad el que acercará intelectivamente las opciones consideradas ventajosas para la colectividad a la vez que los avances científicos hacen posible su implementación  política y socialmente. Desde finales de siglo el llamado movimiento Romántico, con planteamientos aparentemente contradictorios, llevará por distintas razones a exaltar también el sentimiento local y reivindicará el paisaje definitivamente como género. Bosques, paisajes abiertos en los que la grandiosidad natural colocaba al ser humano  en el centro de  la creación divina.

Entrado el siglo XIX, el paisaje predomina  en el interés de los artistas, que observan atentamente la naturaleza y la imponen a la mirada colectiva.

Entre 1830 y 1870 el grupo de los pintores franceses de Barbizon preparan el camino a los impresionistas. Y a comienzos de  la segunda mitad del siglo, la nueva planificación urbanística de las ciudades, en las que se incluye el desarrollo de jardines públicos y privados borrará poco a poco la mentalidad agrícola, la añoranza del huerto que cada casa llevaba consigo (Escena de Jardín, de Jean-François Millet) y  la convivencia ciudadana con los  animales que garantizaban los servicios.

El antiguo parque, terreno privilegiado de caza, se democratiza en jardín  urbano. Como el parque de Saint Cloud, que se abre al público en la primera república francesa, se abren otros muchos en toda Europa; pero los artistas prefieren en general jardines floridos de los antiguos parques  históricos a los que seguían yendo las clases pudientes, que podían  ayudarles con su mecenazgo, como el Luxembourg o las Tuilleries en París. (Berthe Morissot: En el Bois de Boulogne de 1879 en el National Museum de Estocolmo).

En el caso de los impresionistas, a medida que avanza el siglo y gana terreno la burguesía, los pintores se hacen eco de la nueva relación social con la naturaleza, de los nuevos avances científicos, que incluyen  el intenso cultivo floral y ellos mismos  a la par que tratan esforzadamente de mantener  sus jardines,  convierten el  propio jardín en pretexto de inserción de sus escenas figuradas.( Música en el jardín de las Tullerías de 1863 o La partida de Cróquet de 1875 del Stadler Museum de Frankfurt am Main de  Edouard Manet. Y la visita a los Museos hace su efecto; válganos de ejemplos del imponente salto Renacimiento-Modernidad en: El almuerzo campestre de Manet de 1862-63. 

.Para los impresionistas la luz es luz del natural, la sombra es ya luminosa (como avanzaba Leonardo, lo que nunca llegó a experimentar), Goethe y Darwin habían mediado en ello y el apunte al aire libre con la espontaneidad y frescura de pincelada se va valorando tanto o más que el cuadro reposado. Pero la libertad conseguida y la cotidianeidad e instantaneidad de los asuntos no deben hacernos perder  de vista la profundidad de sus planteamientos y las relaciones formales de sus composiciones.

De Renoir son estas palabras: “Dadme un manzano en un jardín de los suburbios; ¡con eso me bastaría, no necesito para nada las cataratas del Niágara! (Mujer con sombrilla en un jardín  del Museo Thyssen- Bornemisza de 1876). Lo cual nos habla de la capacidad de estos artistas para transformar la naturaleza pretextada en una obra, desde la libertad, que ellos reclaman y consiguen. (Rincón del jardín de las Dalias de Claude  Monet de 1875de la National Gallery de Washington).

Camille Pissarro, interesado por la representación de la huerta,  en 1895 decía a propósito de su propio jardín en Éragny: “Todo es hermoso, el secreto radica en saber cómo interpretarlo”; lo que refleja el empeño por la coherencia moderna entre forma y contenido. (Huerto, mañana nublada, Eragny, 1901 en el Philadelphia Museum of Art o la obra de Alfred Sisley: Primavera en los alrededores de París, manzanos en flor de 1879 del Museo Marmottan Monet, de París.

Pero la exposición es mucho más y se introduce en el postimpresionismo y llega a las primeras vanguardias. Y plantea las circunstancias que ampliaron ya en el S. XX el interés por los jardines,  incluyendo ahora nuevos aspectos de la personalidad del propio pintor, que resaltaban el interés psicológico, no ajeno a los nuevos descubrimientos y propuestas filosóficas y científicas,  (Edouard Vuillard: La cosecha de 1899-1900 en colección privada de México; Paul Cézanne: Retrato de campesino de 1905-1906 del Museo Thyssen Bornemisza de Madrid o el excelente Cézanne Los grandes árboles de hacia 1904 de la National Gallery de Edimburgo del mismo autor. Llega a los expresionismos ( Edvard Munch: Gansos en un huerto de 1911 de la colección Carmen Thyssen –Bornemisza).

Una sala aparte en Caja Madrid dedicada a la pintura española, ciertamente tardía, presenta una excelente selección como el Cecilio Plá: Mujeres en el jardín, de 1910 de la colección Carmen Thyssen- Bornemisza o el Sorolla: Jardín de la casa del pintor de 1920 del Museo Sorolla de Madrid.

Es una exposición, como hemos dicho, de vastísimas pretensiones, en cualquier caso, a no perder.

Delegada de Actividades Culturales

Rosario Carrillo

FOTOGRAFIAS  Y PIES DE PÁGINAS:

1- Paul Cézanne. El estanque en Jas de Bouffax de 1874. Sheffield Museum, Inglaterra

2-Berthe Morissot. En el Bois de Boulogne de 1879. Nationalmuseum de Estocolmo, Suecia

3-Claude Monet. El jardín del artista en Argenteuil 1875. National Gallery of Art Washington, U. S.A.

4- Edouard Manet. La casa en el Rueil de 1882. National Gallery of Victoria, Melbourne, Australia

5- Camille Pissarro. Huerto, mañana nublada, Éragny 1901Philadelphia Museum of Art

6- Alfred Sisley. Alrededores de París. Manzanos en flor 1879 Museo Marmottan  Monet París

7- Joaquín Sorolla Bastida. Jardín de la casa del pintor 1920

Prefiero selección de  las fotos que sea posible publicar; pero GRANDES