Gerardo, ¡tan deprisa
Han pasado los años!…
Pisar breve aquel tiempo de brasas en los ojos,
Rostro de vela en vela, iluminado.
Pasar de dedo, clave en el teclado
Dejarse amar, condescender de halago.
Ausencias, calofríos
De ir y volver. No supe, no
Llegarte al corazón…
Tú delicado, exquisito, tromba yo
A borbotones de vida, ruda, ávida de saberes,
Sigo mi ritmo, Gerardo,
De hoy a mañana: sabes,
No sabes, traspiés de avance,
A trompicones ando.
Y supe así de tu muerte por la prensa,
“El País” todo te imagea, Gerardo,
Cuencas de ojo, agujero
De diosa de betilo, hondo, hondo…
¡No he sabido, Gerardo, llegarte al corazón!
Y ahora, se te ha parado.
¡Hasta pronto, mi amigo!,
Que mi rueda rodaste,
Que giraste mi vida de tu rigor
De norma rígida, ensillonada,
Soberbia, irreductible,
Envoltura de humanidad profunda
Y blanda, blanda en cambio.
Nunca te perdoné tu desafecto
Ni tu ausencia-defensa de pestañas cerradas,
Que no llegué a pasar hasta el presente
¿Es tarde ya, Gerardo,
Tarde en tiempos humanos?.
¿Quién eres, qué tienes?,
¿Pronto tal vez para la eternidad
Que vuelve?
Espérame, Gerardo, allá en la estrella,
Déjame oír tu canto de esperanza,
Poema gutural lorquiano.
En Nueva Yorkes
Esta vez quiero llegarte
Al corazón, Gerardo
Tu humilde alumna,
Rosario.