Caballo tres-alfil rey
Peón cuatro-alfil de dama.
Se abre la guerra ¡atambores!
Caballero, ¡en ristre lanza!.
Ocho son los servidores
Que componen la su escuadra
Y otros ocho de enemigos
Han de guardarse en batalla.
Todos en fila formados
Con sus cascos, sus espadas,
Protecciones en las piernas,
Escudos, cotas de malla…
Tras ellos, digno cortejo:
El rey y la reina, guarda
De obispos y caballeros
Y las torre de atalaya,
Que protegen la corona
Del jaque si le amenaza,
Que en llegando a ser el mate
No hay atalaya que valga.
Tensas las filas, los campos,
Leyes consuetudinarias
Mandan que al punto dividan
En sesenta y cuatro cuadras
Por las que el juego discurre
Y la tensión se desplaza
De peones frente y uno
De caballos tres en aspa
De obispos las diagonales
Sin reserva ni frenada.
Las torres también se mueven
En columna sin más traba.
La dama, ¡contrasentido!
Es la más libre, que valga
Por dos caballeros bravos
Y aun un obispo en campaña.
El rey, porque es rey y vive
Con libertad controlada,
Mueve de uno en uno espacios
Cuando no se halla enrocada
Su majestad, que si cae
En el campo de batalla
Al son de mate las trompas
Ordenan la retirada.
Uno a uno los cuarteles
Las fuerzas posicionadas
En sólidas formaciones
Se estructura la batalla.
Tal es la fuerza de apoyo,
Tan cerrada la entramada,
Que es fuerza que en cada avance
Sea exacta la jugada.
El juego todo está en juego,
El estratega programa;
Pero el enemigo acecha
La jugada mal jugada.
¡Jaque mate de caballo!
Tomada que fue la dama
Las blancas sobre las negras,
Juegan las blancas y ganan.